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Texto del Curador

Eduardo Stupía:

La primera impresión que inmediatamente provocan las potentes invenciones gráficas de Alejandro Rozitchner es la de haberse extendido incontrolables sobre la hoja bajo la pura acción del correr de la pluma, el pincel, el lápiz, ejecutadas por alguien que improvisa acelerada y enteramente el desarrollo de su dibujo, con una enorme cuota de frescura, y una notable y expansiva libertad de rasgos. A la vez, no hay ni una sola de ellas que no parezca anclada en una firme estructuración, en una articulación de elementos que parecen estar donde están de la manera menos arbitraria, obedeciendo a una certera lógica constructiva. En medio de una espontaneidad empecinada, la obsesión del artista de fatigar siempre el plano al extremo se atempera en el filtro de su agudizada conciencia formal.

Esa capacidad de dibujar que parece innata, natural, en Rozitchner se nutre de singularidad linguística, invariablemente depurada, equilibrada, con una sensible noción de la organicidad interna de cada pieza, del carácter de la línea, de las relaciones entre espacio, segmento, signo, geometría y composición. Rozitchner logra eso que muchos envidiamos: dibujar locuaz, caudalosamente, con un inagotable gesto aluvional, generando dibujo tras dibujo como un poseso, y a la vez con la capacidad bastante poco común de convivir con un tipo de pulsión que no parece opuesta a la racionalidad mas alerta y reflexiva.

Fotos de mi exposición en el Centro Cultural Borges

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